LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA

DEDICADO AL CINE PERUANO QUE AÚN NO EXISTE

Saturday, August 18, 2012

CICLO: AGOSTO 2012. STEPHEN DWOSKIN (1939 - 2012)



Ciclo. Agosto 2012: Stephen Dwoskin (1939-2012).



Centro Cultural de la Universidad Cayetano Heredia


Av. Armendáriz 445 Miraflores


Ingreso Libre


"Artísticamente no era un purista. Nunca fue devoto de una sola pista de búsqueda estética y no se alineó con ningún colectivo. Se mantuvo fuera de la escuela abstracta asociada con los americanos como Stan Brakhage, así como de la escuela formalista asociada con artistas británicos incluido Malcolm Le Grice. Dwoskin mezcló felizmente todos los modos disponibles de manera sorprendente: documental con ficción, abstracción con observación concreta, 'actos teatrales' con filmaciones diarias, fantasía personal con inquietudes sociales." (Adrian Martin).
 

Lunes 20 de Agosto, 7:30 pm:

Dyn Amo, de Stephen Dwoskin (Gran Bretaña, 1972, 113 minutos). 
Explora la distinción del ser de una persona y su proyección en los otros; es una película de ‘horror’ que sugiere que una proyección puede ser más sustancial que el ser mismo. Su tema son los roles (especialmente el sexual) y el masoquismo de interpretarlos conforme a los intereses de otros…


Lunes 27 de Agosto, 7:30 pm:

Behinderth (Impedido), de Stephen Dwoskin (Gran Bretaña, 1974, 96 minutos). 
Su modo de hacer cine 'en primera persona' se une con una ficción escenificada que crea una suerte de complejidad cubista. Desde el punto de vista de la historia del cine Dwoskin anticipa una escalada de juegos vampíricos entre la proximidad de la vida real y su recreación ficticia.







Tuesday, August 07, 2012

EN TORNO A UN MOMENTO MISTERIOSO (¿Y DECISIVO?) DE MISTERIOS DE LISBOA, DE RAÚL RUIZ (2010).




Trataré de tocar solo un aspecto: una sutil y breve variación producida en el registro de la actuación, que es, a mi gusto, reveladora de la esencia de lo que podría llamar mi sentimiento general o mi percepción global o, más simplemente, el modo particular de 'entenderme' con esta película (se trata, claro, de algo entre la película y yo, y nadie más; pero, a la vez, espero no ser el único; por eso el texto). Hace buen tiempo que no sentía tanto la voz de la ficción en cualquier lugar y con tal fuerza, como hacia el fin de la segunda parte de Misterios de Lisboa. Me explicaré. Escena de los dos personajes principales -el padre Dinis y la condesa de Santa Bárbara, tras su reconfiguración en monja- o, al menos, de los dos personajes que, hasta ese momento, más nos habían acompañado: sin perder un ápice la compostura, y en complicidad elegante y total de gestos y miradas, no necesitaron ser, o aparecer, como recortados muñequitos de cartón del teatro de figuritas (que Ruiz se complace en presentarnos cada cierto tiempo con el fin de aclarar que hay dos dimensiones que conviven y que su visión es elegir las dos a la vez, como si estuviera dentro y fuera al mismo tiempo tomándoselo todo en serio y a la vez burlándose de todo, también en serio) para hablar de hecho de lo que más me interesó de Misterios de Lisboa; que es, justamente (¿pero que otra cosa podría ser?): ese misterio provocador; el necesario e impostergable placer, central e incalculable, que será, en ese momento, averiguar la 'nueva' o redescubierta identidad de un tercer personaje... A lo cual se suma la revelación acerca de la supuesta hermana del padre Dinis, monja también, que resulta no serlo, según dicen, y de hecho, según dicen, el padre Dinis en realidad no se llama así... Ruiz no parece hacer otra cosa que hablarnos ahí de la encantadora matriz de sus ficciones. Su delirio, sin embargo, es realista: su conciencia aguda de la relatividad (o de la multiplicidad y de la incertidumbre, de lo siempre abierto del mundo y del yo, por más que deseemos 'cerrar', concluir, no pensar, tapar todos los huecos; estar seguros). Yo celebro su conciencia (de lo) irreductible de la impredecible (angustiosa, regocijante) transformación que puede (y tiene que?) ocurrir con cualquier persona, con cualquier cosa, con cualquier situación, en cualquier momento (o para decirlo en términos de física moderna, Ruiz nos habla de la discontinuidad de la materia, cosa completamente aplicable a la narrativa moderna de la que Ruiz es un gran ejemplo)... Dos personajes se complacen, juntos (como dos espejos que reflejaran la misma imagen), anunciando placeres presentes y también inminentes de la narración (vestida de 'clásica' como si fuese un traje de época para vernos mejor o a pesar de, gracias, disfraz), dando cuenta de más y más y más transformaciones, de las que además son parte y conciencia a la vez que funcionan como (en mi opinión) portavoces desdoblados del autor (estos personajes, insisto, pierden momentáneamente su espesor y lucen meros espejos, superficies puramente 'reflexivas'), es Ruiz, a mi gusto, que habla consigo mismo, y yo lo siento físicamente presente en ese momento. Y como he dicho, ellos son, en ese momento (lo cual es en sí mismo un 'misterio provocador') también algo más: la voz de ficción. Me interesa esa voz, me juego la vida por esa voz (el juego de la vida es esa voz) porque ella rehúsa someterse al reduccionismo de la 'realidad', quiero decir de la ficción impuesta por una 'cultura' en un determinado tiempo y lugar (cultura en el sentido de restricción) para procurar hacernos la vida más simple, más fácil... y es también el placer -literalmente anárquico- de dejarlo todo al descubierto -y porqué no descubrirlo-, de mostrar tu juego abiertamente, potenciando así el poder transformador/libertador de conciencias del arte, en vez de disolver a quienes viven la experiencia de la obra en un sacudimiento consumista y en un autismo colectivo... es el placer de decir sí, estoy jugando; sí, contar es jugar (jugar es contar) y me declaro libre de hacerlo como yo quiera, no lo haré según parece como los robots de Hollywood y sus satélites, porque eso es la muerte del espíritu a manos del poder establecido y sus políticas de borramiento y despersonalización; y por último: se quiere, se puede y se debe extraer placer, incluso, o sobre todo, del dolor (al dar cuenta de la desdicha y la frustración, al observar con la distancia 'justa' que da el juego (apertura, experimentación, exploración). La libertad constructiva que Ruiz transmite hace un bello contraste con el tema de las pasiones humanas, y su probable nada, ante el azar, el destino, la fatalidad. Un apunte. ¿El mayor placer de los seres humanos consiste en no ser libres? ¿Consiste, en someterse a sus pasiones, en destruir, en ser destruidos por ellas, en creer o en actuar como si eso fuera lo mejor que puede darles o lo mejor que pueden hacer con la vida? ¿Vivir a fondo la pasión es en el fondo también un deseo de muerte, de consumirse a sí mismo minuciosamente en su propio fuego ('embarrarse de oscuridad')? Frente a tan graves cuestiones, frente a 'la brutalidad sublime de las pasiones', Ruiz parece decirnos, desde el placer insaciable de la ficción, desde su  radical erótica de lo narrativo, que ese juego o toma de distancia de los personajes (del personaje que somos todos) es una buena medida para saltarnos los dogmas, las estructuras mentales, imaginarias, creadas, inventadas, fabricadas, difundidas para esclavizarnos, limitarnos, para hacernos infelices...     


Mario Castro Cobos




Texto (con algunas variaciones) publicado originalmente en la Revista FOTOGRAMA (Año 2. N. 7. 2012. Págs 45-46).


Thursday, August 02, 2012

6 TIPOS DE NOTICIAS PARA VOLVERTE IDIOTA. ¿Y TU RESPONSABILIDAD?




Hans Magnus Enzensberger muestra cómo las rúbricas (de las noticias filmadas) pueden ser clasificadas en seis tipos principales: 

1. El consagrado a los animales. Está fuera del tiempo y del espacio, su valor informativo es nulo y su rol positivo consiste en desviar la mirada del espectador respecto de todo aquello que le concierne realmente.

2. El consagrado a las mundanidades. El espectador ejerce su imaginación en sueños sociales de los que, simple mirón, no puede contemplar su realización, y para los cuales debe contentarse con las satisfacciones sustitutas del mirón.  

3. El que parece entrar en el campo de la historia, ya que pone en escena a personalidades políticas: la imaginería de Epinal es su dominio, y la amplitud del ceremonial debe dar al espectador la ilusión de que tiene la oportunidad de ser testigo ocular de un evento histórico. 

4. El consagrado al progreso. Apela a una participación activa en la medida en que propone una visión dinámica o, más bien, un ejemplo para un público al que se quiere hacer borreguil.

5. El consagrado a las concentraciones de multitudes. Destinado a producir un estado de ebriedad; el espectador se ve a sí mismo en la arena.

6. El de la representación del tema de la catástrofe y de la destrucción, tema central que se extiende hasta abarcar todas las rúbricas de los noticieros cinematográficos. La catástrofe aparece en las imágenes como el único motor de la historia ("una guerra estalla de la misma manera en que un volcán hace irrupción, se crea humo para sacar a los guerrilleros de su escondite, de la misma manera en que se crea humo para sacar a los saltamontes de su escondite", escribe Enzensberger). Una visión tal de la historia supone la creencia en un destino que sobrepasa las iniciativas humanas, la dimisión frente a una fatalidad ante la cual no hay nada que hacer; esa perspectiva contiene implícitamente la anulación de toda responsabilidad y por lo mismo de toda culpabilidad (Jean Gili, "Actualités et films de montage", en Études Cinématographiques, núms. 78-81, 1970).